Cuando una persona pierde la propia individualidad y se convierte en un mero engranaje de una máquina, está por debajo de la dignidad humana, cualidad esta que no deja de ser un valor subjetivo, para conseguirla hay que trabajar, eso, determinadas personas parece que aún no lo comprenden. Ganar unas elecciones no implica obtener esta cualidad, la decencia política se obtiene con las decisiones que cada cual toma.
Los partidos políticos han dejado de ser instrumentos de la sociedad para convertirse inexorablemente en meras maquinarias al servicio de determinados intereses o poderes fácticos.
Cuando determinadas acciones no son justificables racionalmente dejan de ser éticas. Cuando se usa el dinero público del Ayuntamiento con el fin de fastidiar a un vecino, sin el más mínimo reparo ni vergüenza política, cuando el máximo responsable de un Ayuntamiento, en el caso que nos ocupa, nuestra alcaldesa deja que se tomen decisiones a todas luces injustas con el único fin de hacer daño al adversario político haciendo gala de un odio injustificado, a juicio del autor de este escrito, deja de ser una persona digna de ocupar dicho cargo, al haber cedido a los poderes fácticos que mueven los hilos dentro de su partido.
Cuando llamas a la puerta del Ayuntamiento para exigir una explicación justa y racional acerca del motivo por el que han tapado la pared de tu casa con una tapia que da a una plaza pública y no te responden, me provoca una mezcla de sensaciones de indefensión y desprecio hacia nuestros gobernantes municipales.